¿Por qué se han quedado mirando al cielo? – Mayo 2021

¿…por qué se han quedado mirando al cielo?
Hechos 1, 11

Mis hermanas y hermanos en Cristo:

¿Por qué se han quedado mirando al cielo? Ha Jesús no se le encuentra mirando hacia arriba. Su presencia continua se encuentra dentro de cada uno de ustedes, a través de la Iglesia. Jesús nos dejó todo lo que necesitamos para darnos a conocer Su Presencia los unos a los otros. Nos dejó Su GPS para amarnos los unos a los otros como Él nos ama.

¿Te estás rascando la cabeza mientras lees este primer párrafo? Espero, que al vivir tu fe entiendas mis palabras y que ya estés conmigo en el viaje para ser Su Presencia entre nosotros. ¿Puedes articular de qué manera Él nos alimenta continuamente para que podamos seguir Su mandamiento?

La primera por la que alabo a Dios es la Escritura. Dios es el autor de la Sagrada Escritura. Encontramos referencia a la Sagrada Escritura en el Catecismo de la Iglesia Católica, 102-104. En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra constantemente su alimento y su fuerza, porque la acoge no como una palabra humana, “sino lo que es realmente, la Palabra de Dios” “En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos.”

Jesús nos enseñó a conocerlo a través de la oración. Jesús fue al desierto, ayunó y oró antes de que comenzara su ministerio público. En cada momento significativo e insignificante, nos mostró la importancia de la oración y nos mostró que la oración es una conexión con Dios; que el hablar con Él es una forma de permanecer en relación con el Padre. Jesús nos dio el Padre Nuestro como un ejemplo de cómo debemos hablar con Dios, con alabanza, acción de gracias y entendimiento de nuestro llamado a servir a Dios. El Papa Francisco dijo que la Iglesia es una gran escuela de oración. “La oración sigue siendo el manantial de la vida de la Iglesia y la verdadera fuente de su fuerza para dar testimonio del Señor resucitado”. “La oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo, que es quien inspira para ir adelante.” A través de la oración, llevamos la misericordia de Dios el uno al otro.

Jesús nos dio los sacramentos. Así como nacemos físicamente por la unidad de nuestros padres, también nacemos por la unidad de la Trinidad en el cuerpo de Cristo. Debido a nuestra participación en los sacramentos, encontramos a Jesús como el vínculo entre el cielo y la tierra. A través de los sacramentos, nacemos a la vida eterna.

El Papa Francisco dijo que el Espíritu Santo es el regalo que Jesús prometió enviarnos. Sí, recordamos a Jesús, pero es el Espíritu el que lo trae hoy, ahora, en este momento, a nuestro corazón. El Espíritu Santo es el corazón del amor de Dios. El Espíritu Santo es el artesano de la oración viva.

Esta oración viva es la Eucaristía. Jesús se entregó a sí mismo en la Eucaristía. Él nos llama su cuerpo, así como es pan del cielo. La Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana. “Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1324). A través de la Eucaristía regresamos a Cristo y somos enviados a ser Cristo los unos para los otros en nuestra vida diaria.

La Eucaristía debe vivirse. El amor de Cristo por nosotros nos impulsa a ofrecernos este amor los unos a otros; no de una manera superficial, sino en una caricia significante de nuestra propia comprensión de su amor, tan profundo y unificador, como lo somos de Jesús. Con nuestra participación como Su cuerpo, perdonamos y ayudamos a los que tienen dificultades; nos apoyamos los unos a los otros y no abandonamos a nadie; nos comprometemos con los pobres, los que sufren, los marginados por nuestro vivir a que verdaderamente Su rostro no es una imagen en una tarjeta sagrada, sino una persona real a través de cada uno de nosotros.

¿Por qué estamos aquí parados mirando al cielo? Movilicemos el corazón de Cristo y ofrezcámoslo como el Don perfecto. Dejemos que los cielos trasciendan nuestra vida diaria.

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